Una vez analicé lo que mi amigo César que hoy vive en Qatar me comentó en su reciente visita a Barcelona un aspirante a pachá jeque a sultán que se yo a vivir con un turbante en la cabeza y veinte mujeres bailándole alrededor el socio metió el braguetazo del año conocer a una nativa de aquellas tierras ,enseñarle las artes amatorias de los cubanos cuando la jequesa sultana o como se llame vio las estrellas en una habitación de Alamar decidió llevarse al mulato para aquellas tierras
Despues de unas cuantas birras en un barcito del Raval me confirmó que hay cuentas en la vida que uno nunca debería sacar, aunque solo sea para ahorrarse un encabronamiento fuerza 5 Pero la tentación es mucha,y la carne es débil y uno acaba sacándolas…
Hagamos matemáticas: Cesar vivio en el Medio Oriente habanero, o sea, en Alamar, y trabajaba en pleno Vedado. Como no tenía carro sus opciones para ir y venir del trabajo eran atres: botella, taxis o guaguas. César no es precisamente un Brad Pitt, y encima es macho, lo cual reducia sus opciones botelleras ante el predominio masculino-cazador-jamonero de los choferes. Eso le deja los almendrones o las guaguas.
Moverse en taxi le costaba 20 pesos de Alamar al Capitolio, porque pasa el Túnel, y 10 hasta el Vedado. Lo mismo a la inversa, o sea, 60 pesos diarios. De lunes a viernes serían 300 pesos. O sea, en un mes de cuatro semanas tendría que pagar mil 200 pesos para ir a trabajar por un salario de 465 cañas. Descartado el taxi, le quedan las guaguas, específicamente el P-11, que lo lleva y trae en un solo viaje.
Cesar calculó que demora una hora en la parada y otra en el trayecto, o sea, cuatro horas al día y 20 semanales en guagua. Creamos que Cesar es un tipo bucólico, y no salia de Alamar en todo el fin de semana porque disfruta el relajo urbanístico y la brisa marina: aún así, Cesar dedicó mil 60 horas al año a guaguas. Teniendo en cuenta que un año tiene ocho mil 760 horas, cada ocho años Cesar ha perdido uno entre guaguas y paradas, un LQQD que lo fundió completamente…
Esa es, insisto, una de las cuentas que uno jamás debería sacar. Otra sería que si uno duerme ocho horas al día, lo recomendable para descansar la maquinaria humana, al final se ha pasado un tercio de la vida en brazos de Morfeo. Claro, peor es quien se pasa la vida completa con los ojos cerrados, “tupío” o en las nubes de Valencia…
Yo, a Pitágoras gracias, siempre fui un pésimo alumno en Matemáticas, cuando no la suspendía la aprobaba con 70 raspando una de las razones que me empujaron a estudiar letras Y aún así sucumbo a la tentación de sacar cuentas que no tiene sentido sacar. Por ejemplo, yo le llevo 18 años a mi ex pareja o sea, cuando ella nació ya yo andaba por doce grado y debutaba como miope,hace rato meaba dulce y tenía tres coitos a mis espaldas un legrado y varias broncas . Cuando ella aprendía a leer y escribir en su Euskadi natal yo estaba trabajando y alimentándome de picadillo de soya
Abstrayéndonos, aquello era un desalmado robo de cuna, Perdon repito: esas cuentas no se sacan. Algunas no se sacan porque no valen la pena, y otras porque dan pena. Si por fin se unifica la moneda en Cubita la bella vamos a tener que sacar muchas cuentas, y tendremos que andar con una calculadora a retortero, al menos en los primeros tiempos, para tener una idea de cuánto estamos pagando por esto o por aquello. La primera vez que viajé al extranjero, me costaba pagar una cerveza, porque mentalmente hacía el cambio al peso cubano y me horrorizaba pensar que con lo que me costaba un laguer afuera, en Cubita podía comerme una pizzeta, bajarla con una pirey y encima sonarme de postre un frozzen. Y sufría. Por eso mi consejo, aseres Ecobios y Moninas es una vez más nunca sacar la cuenta…
Mientras escribo, recuerdo otra cuenta que nunca quise ni me atreví a sacar: ¿cuánto habré caminado la Habans y Barcelona andándola más que Eusebio Leal? Deja ver… una década de graduado, menos 4 años y 11 meses agregado, son 5 años y un mes alquilado… a razón de tanto al mes… eso suma un total de… ¡¿CUÁNTO?!
Nota del psiquiatra de Manolito
Estimado lectores, pedimos disculpas. El columnista se recupera ya de un colapso nervioso. Sigue fuertemente sedado, y a veces, en las madrugadas, abre los ojos y grita como el Cuervo de Poe: “Nunca más, nunca más”.
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