viernes, 15 de marzo de 2019

Contra el olvido I

Dicen que recordar es volver a vivir, pero si a eso le sumamos volver a vivir de una forma tan viva, tantos y tantos recuerdos que tenemos escondidos en un rincón muy profundo de nuestro ser, la satisfacción es doble. De casualidad llego a mí la dirección de esta página y agradezco mucho que exista una persona como tu, que nos haga sentir que nuestra infancia, a pesar de carecer de millones de cosas, fue la más feliz del mundo. Me haces recordar por ejemplo, los juguetes una ves al año, pero que semana mas intensa, no la hubiera cambiado por nada de este mundo, aquella ilusión de ver las vidrieras llenas de juguetes y escoger el que deseábamos con toda nuestra fuerza, esperar por el día que nos tocaba comprar (que en mi caso siempre era de los últimos) y rezar por que no se hubiera acabado el que deseábamos, aquellos básicos, no básicos y dirigidos que para los muchachos siempre era o una pelota o una caja con 100 bolas. Me acuerdo ahora del Konny Islan y la montaña rusa grande de madera que nunca llegué a montar pues no tenia edad para ello y cuando la tuve, la tumbaron; de la casa de los espejos, de las galletas de soda con queso crema, que no se por que razón, siempre comía y de los aparatos de monedas que estaban a la derecha de la entrada principal, sobre todo el helicóptero que daba vueltas como un trompo subiendo y bajando. Me acuerdo también tenias que aprovechar al máximo la vuelta que te tocaba pues volver a hacer la cola te podía llevar medio día, las meriendas en la cafetería Galápago, tan rico. Me haces recordar aquello que cantábamos en la escuela, algo así como urrarra, nos vamos pa Tarará….. , con su famoso fonicular al cual todos le temíamos antes de montar y que una ves hecho nos dábamos cuenta de que no era nada del otro mundo, los caramelos rompequijá en la bodega con un cartucho enorme por 20 centavos, o el gofio o la leche quemada o los gollejitos de naranja. Tantas cosas que hace tanto tiempo no recordaba.

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