Estoy feliz y a la vez hummm extraño
, y tal como suele suceder cada vez que euforia y miedo se amalgaman, el resultado final es la estupefacción....y el ahhh quéeeee????
Este 17 de diciembre, como casi siempre, yo me había despertado sobre las 8.00 am hora de Barcelona .A esa hora pensaba que ya miles de cubanos iban por todo Rancho Boyeros a cumplir su deuda con el Viejo Lázaro en el Rincón.
Mientras me aseaba,y veía la prensa cubana la buena y la "mala" y la de aquí donde cada día se pone a Rajoy a parir...el pobre el con su gabinete cada vez la caga más
se anunciaba comparecencia a las 12 del día de Raúl Castro sobre Estados Unidos
esto a la vez sorprende porque todo el mundo sabe que el "dos" (desde el 2008 el "uno")no es persona de salir por los dos canales de la TV frecuentemente, y mucho menos, a la hora del almuerzo si no es para decir algo grande...y con consecuencias.
Para mi eran las 6 de la tarde estaba en mis entrenos acroyóguicos y...a esa hora Barack Obama y Raúl Castro le anunciaban al mundo que, después de cincuenta y tres años de ruptura antagónica, Estados Unidos y Cuba reestablecerían relaciones diplomáticas.
Resulta obvio que para los estadounidenses no es una noticia de la misma magnitud que para los cubanos. De ahí que probablemente ningún americano de Washington de Wisconsin o de Cincinatti,ect esté ahora, tras el anuncio, desconcertado, preguntándose qué cosa es lo que está sucediendo o qué cosa es lo que va a suceder.
En cambio nosotros,los cubanitos,de aquí de allá y de acuyá –campeones de la altisonancia, que hemos pretendido hacer de la épica una rutina, que no hemos vacilado en catalogar de suceso histórico cualquier escaramuza o cualquier intempestivo de última hora– estamos comiéndonos a preguntas en tiempo real, haciendo conjeturas, o buscando algo de claridad en la opinión del prójimo de un modo que nunca antes se nos había visto. Cuba acarició una vez el sueño magnífico de la Revolución, y de cuánto han querido alargarlo se desprende todo nuestro drama. Mis padres, y lo que vino después de mis padres, por duro que suene, ha vivido en ese alargamiento.
Hoy lo hemos confirmado.
Es como si después de tanto coquetear aprendiéramos repentinamente que, cuando la historia aparece, aparece en serio. Y por más que digan que a los acontecimientos hay que soltarles cordel y pensarlos con frialdad, en estas apretadas veinticuatro horas yo he creído ver una maqueta de lo que se avecina, una estantería repleta de símbolos.
La primera gran prueba del cisma que acaba de ocurrir entre los cubanos habría que buscarla en nuestra psique.
No estamos ante un hecho que redireccionará solo nuestra realidad económica o cultural o social, que ya es bastante, sino ante un hecho que nos obligará a renovar nuestro lenguaje, las palabras que solemos usar, los conceptos en que nos fuimos acomodando como pueblo. Cambiado de porrazo el discurso oficial, ya cambia también, de un modo que nos asusta, la relación y el diálogo de cada uno de nosotros con ese poder, sea lo que sea que nos inspire: confianza, amor, odio, decepción, entusiasmo, hastío. En la Mesa Redonda los mismos voceros que hace una semana hablaban de “imperio”, para referirse a Estados Unidos, hoy, con una ecuanimidad solemnehablan de.. “vecino”. Y después de todo tienen razón. Porque Estados Unidos ha empezado desde ya a ser nuestro vecino.
Algo que, de haber admitido hace tan relativamente poco tiempo como anoche, podía acarrearnos el incómodo cartel de antipatriotas. Esa frase tan recurrente en los manuales históricos, que dice: “tal país se acostó capitalista y despertó comunista”, o “tal comarca se acostó feudal y despertó burguesa”, en este caso cobra una pasmosa literalidad. Después de una larga, inmensa posposición de cinco décadas, Cuba ha despertado de nuevo con su gran interrogante ontológica rondándole la cabeza. ¿Cómo vamos a lidiar con Estados Unidos? ¿Y qué va a pasar en esa lidia? ¿Vamos a ser un mejor o un peor país?
Yo creo que esta pregunta trae consigo la idea predominante de la última temporada histórica. Y es la que nos dice –o nos dijo– que la nación –su quehacer– podía llevarse a cabo sin Estados Unidos.
. Después de todo, la larga amistad con la Unión Soviética no buscaba más que demostrar esa hipótesis. En alguna medida, la urgencia de que una Latinoamérica unida y poderosa acabe de fraguar, una Latinoamérica a la que martianamente podamos volcarnos, esconde también ese deseo. Y los cubanos, a pesar de que en los últimos veinticinco años hemos exigido hasta el hartazgo el cese del bloqueo económico, nos adaptamos a prescindir de Washington, a afrontar al vecino como si el vecino fuera, estrictamente, el maligno,... y no pensamos seriamente que un día el deshiele se fuera a producir. Exigimos el cese del embargo, pero como una consigna, como un eslogan aprendido, y nadie nos preparó para lo que podía ocurrir si tal exigencia se cumplía o estaba en vías concretas de cumplirse. ...Washington como un agujero negro: algo poderoso, algo que nos succiona, y algo que no vemos, algo que no queremos ver y que, para no ver, estereotipamos.
ese día llegó..
¿Resultado? Tendremos que seguir gestionando nuestra independencia, pero ahora con los estadounidenses en el tablero (lo cual, además de ineludible, vuelve la empresa más compleja e interesante y conlleva a la única cuestión que verdaderamente nos puede medir como pueblo y es si, a pesar de todo, estamos preparados para ello). Lo paradójico, sin embargo, para que tal independencia no sea tragada, es que la soberanía tendría que dejar de ser el fin. La Revolución nos ha dicho –hasta un punto donde resulta inverosímil, porque tanto despropósito e impericia no puede ser justificado– que nuestra sostenida falta de prosperidad y bienestar es el precio a pagar por una independencia política que por nada del mundo deberíamos perder. La independencia per se. Y este emblema sagrado ha sido llevado a tal extremo, que decir hoy que la independencia per se no conduce a ningún lugar es rápidamente entendido como una actitud cuasi anexionista. Tales polarizaciones, ese tipo de simplicidades, son las que, al parecer, comienzan a desmontarse.
Me viene otra imagen. Vivíamos en modo off y hoy se activaron los controles, y los tenemos en nuestras manos.
Salgo a la calle. ...estoy en Barcelona caballero ..lo que hay es un frío del carajo pa arriba y la ciudad llena de adornitos navideños que aunque la navidad cada día me importe menos llevo pasándola 11 años en la sociedad de consumo donde hay de todo........lo dejamos ahí....No hay desatadas expresiones de júbilo.les importa tres pepinos
Cuba está feliz, no cabe duda. Cuba, también es cierto, tiene ganas de ser muy feliz, no aguanta un sacrificio más. ¿Y cómo testimoniarlo, si no hay desatadas expresiones de júbilo? ¿En qué me baso? Estoy yo, y está mi madre y mis íntimos, y están las anécdotas que llegan de la calle. La gente que le agradece a San Lázaro, porque hoy es su día, y por el milagro. La gente que dice que se encontró con no sé quién, un sujeto cualquiera, y no sé quién estaba llorando.
Todo pasa con cierto recato. Es como si la euforia de Cuba ocurriera de puertas para adentro o como si la euforia misma nos anestesiara. No estoy seguro de que un extranjero que acabe de desembarcar pueda percatarse de lo que nos sucede. Balbuceamos. Repetimos naderías. Nuestro éxtasis es raro y algo alocado, como un opio general que la isla hubiera ingerido, como una droga colectiva fumada por todos. En cierto sentido, es justo. Llevamos tantos años desfilando por cualquier minucia, celebrando con pancartas y lemas cuantos aniversarios sean posibles, que hoy merecemos festejar a la inversa, porque en Cuba se han trocado los papeles y el silencio y la contención son nuestro grito.
Hoy, además, fueron canjeados los héroes cubanos por un subcontratista estadounidense y por otro agente de Washington de origen cubano. Y los tres agentes –elevados a categoría de héroes juntos con los otros dos que ya estaban en el país– ocupan los titulares. El reencuentro de cada uno de ellos con sus familias. El encuentro de los tres con Raúl Castro. La llegada a sus respectivos barrios. Los vecinos que los abrazan y los aúpan. La presencia de “Los Cinco” en nuestras vidas, durante los últimos trece años años, ha sido absoluta. Los mencionan en la radio. Aparecen cada media hora en la televisión, bajo los más variopintos anuncios. Danny Glover comenta el caso. Silvio Rodríguez los recuerda en sus conciertos. Manos naif mal pintan sus rostros casi desnutridos, como si fueran criaturas de Fidelio Ponce, en las paredes de la ciudad, en los murales de las escuelas, en los portales de los centros de trabajo. Políticos de primer orden adornan sus discursos con el tema. Los deportistas que obtienen medallas les ofrecen su oro, su plata o su bronce. Todo, absolutamente todo, está dedicado a “Los Cinco”.
Yo también quería que regresaran.
Eran víctimas de una guerra fría y no merecían sus excesivas condenas Lo que me interesa ahora es lo siguiente: aun cuando nosotros hayamos celebrado cosas por muchísimo más tiempo, parece inverosímil que nos pasemos otros dieciséis años celebrando la llegada de los CINCO de ahí que una de las consecuencias directas del regreso es que una viga importante del discurso mediático del país se vendría abajo. Están hoy, desplegadas, todas las banderas que imaginábamos. Reporteros y fotógrafos que se arrancan las vestiduras y que sienten correr por sus venas el manantial cristalino de la Patria e incluso, si los dejan, hasta el espíritu galopante de algún mambí bravío. Periodistas preocupados, más que todo, por dejar clara su militancia, compitiendo entre sí por ver quién se pone más contento. Miro el noticiero y lo que pienso es que justo la voz chillona y grandilocuente de la periodista cuyo objetivo sea emocionarme con las imágenes del reencuentro entre los agentes y sus madres, esposas e hijos.
Hoy, sin embargo, no me molesta. Quizás porque sé que el momento supera cualquiera de nuestras miserias personales o porque necesito creer que a ese discurso le resta poco tiempo. Después del regreso de sus héroes, a Cuba no le queda otra que mirarse en su propio espejo, de una bendita vez. ¿Qué tono usar, si el acento de gesta languidece? El acento, por otra parte, en que nos hemos educado, el tono que nos vio nacer. Un tono inservible y que, por más que queramos deshacernos de él, nos despierta el afecto de un amigo viejo, nos trae nostalgia. ¿Qué nos vamos a decir ahora? Respuesta: silencio. Nuevamente silencio. Estamos descubriendo casi con pavor, como una criatura que recién abre los ojos, que la buena nueva nos usurpa la voz, porque todo nuestro vocabulario estaba supeditado a la confrontación, al imaginario bélico. a que estabámos dispuestos a comernos a los yankis con papas.manicayto!!! mabuya mabuYaaaa
Estamos celebrando los cubanos algo que podría venir, una posibilidad, pero también padecemos, hoy,la parte vieja de la tribu que entierra su macana
El discurso de Obama es emotivo. El de Raúl Castro aparenta frialdad ¿Cómo decirlo sin que te miren con malos ojos? No hay manera. Que te miren con malos ojos es un rezago del manicato !!!!mabuya !!!!mabuya!!!! que acabamos de enterrar A partir de ahí, todo no ha sido más que golpes inconexos, y que yo espero tengan finalmente alguna relación. La confirmación de que para mi madre la Patria no es lo mismo que para mí. El intento doloroso de mi madre porque Cuba nos signifique lo mismo. Su resignación ante la evidencia. La certeza de que algunas de las cosas que para mi madre son cuestiones sagradas para otros son bulos, y de que, por más bulos que sean, no tengo ningún derecho a derrumbarle las bases o los sueños sobre los que se construyó su educación sentimental, las ideas en las que vertió esfuerzo, los proyectos en los que se le fue la vida. Pienso en lo feliz y plena que fue mi infancia dentro de una familia integradísima revolucionariamente. Pienso en lo que se va a quedar en el camino. Pienso en el tiempo que derrochamos. Pienso en esa bruma que no se ve y que se avecina. Del modo en que casi nunca logra uno figurarse las cosas abstractas, pienso en Cuba. Pero no sé, obviamente, qué es Cuba. Quería usar, en algún sitio, la palabra cubano, pero dicha con fraternidad, como comunión. No me sale. Yo también soy el resultado de algo. Pienso en el americano de Missouri de Alabama y de Minessotta al que esta situación le importa un pito...
Y como era de esperarse...los viejitos del Versalles en Miami les dió la perreta los de la vigilia mambisa están a punto de perder la voz ..,
saben porqué?
Porque se le va a caer la gallina de los huevos de oro
porque lo único que han hecho es hacerse millonarios y algunos crearse un modus vivendi con toda esta situación.
que ya ha durado demasiado.
se les cayó el palo mayor del circo...y están que trinan!!! pongamos los sentimientos en los cubanos de las dos orillas y los dos naciones .
están ejerciendo el derecho a la perreta ....
entiéndanlos se les jodió la buena vida a costa del contribuyente norteamericano
se acabó el pan de piquito
un día se recordará en el 14 día de San Lázaro del siglo XXI
...volvimos a ser amiguitos de los yumas
, y tal como suele suceder cada vez que euforia y miedo se amalgaman, el resultado final es la estupefacción....y el ahhh quéeeee????
Este 17 de diciembre, como casi siempre, yo me había despertado sobre las 8.00 am hora de Barcelona .A esa hora pensaba que ya miles de cubanos iban por todo Rancho Boyeros a cumplir su deuda con el Viejo Lázaro en el Rincón.
Mientras me aseaba,y veía la prensa cubana la buena y la "mala" y la de aquí donde cada día se pone a Rajoy a parir...el pobre el con su gabinete cada vez la caga más
se anunciaba comparecencia a las 12 del día de Raúl Castro sobre Estados Unidos
esto a la vez sorprende porque todo el mundo sabe que el "dos" (desde el 2008 el "uno")no es persona de salir por los dos canales de la TV frecuentemente, y mucho menos, a la hora del almuerzo si no es para decir algo grande...y con consecuencias.
Para mi eran las 6 de la tarde estaba en mis entrenos acroyóguicos y...a esa hora Barack Obama y Raúl Castro le anunciaban al mundo que, después de cincuenta y tres años de ruptura antagónica, Estados Unidos y Cuba reestablecerían relaciones diplomáticas.
Resulta obvio que para los estadounidenses no es una noticia de la misma magnitud que para los cubanos. De ahí que probablemente ningún americano de Washington de Wisconsin o de Cincinatti,ect esté ahora, tras el anuncio, desconcertado, preguntándose qué cosa es lo que está sucediendo o qué cosa es lo que va a suceder.
En cambio nosotros,los cubanitos,de aquí de allá y de acuyá –campeones de la altisonancia, que hemos pretendido hacer de la épica una rutina, que no hemos vacilado en catalogar de suceso histórico cualquier escaramuza o cualquier intempestivo de última hora– estamos comiéndonos a preguntas en tiempo real, haciendo conjeturas, o buscando algo de claridad en la opinión del prójimo de un modo que nunca antes se nos había visto. Cuba acarició una vez el sueño magnífico de la Revolución, y de cuánto han querido alargarlo se desprende todo nuestro drama. Mis padres, y lo que vino después de mis padres, por duro que suene, ha vivido en ese alargamiento.
Hoy lo hemos confirmado.
Es como si después de tanto coquetear aprendiéramos repentinamente que, cuando la historia aparece, aparece en serio. Y por más que digan que a los acontecimientos hay que soltarles cordel y pensarlos con frialdad, en estas apretadas veinticuatro horas yo he creído ver una maqueta de lo que se avecina, una estantería repleta de símbolos.
La primera gran prueba del cisma que acaba de ocurrir entre los cubanos habría que buscarla en nuestra psique.
No estamos ante un hecho que redireccionará solo nuestra realidad económica o cultural o social, que ya es bastante, sino ante un hecho que nos obligará a renovar nuestro lenguaje, las palabras que solemos usar, los conceptos en que nos fuimos acomodando como pueblo. Cambiado de porrazo el discurso oficial, ya cambia también, de un modo que nos asusta, la relación y el diálogo de cada uno de nosotros con ese poder, sea lo que sea que nos inspire: confianza, amor, odio, decepción, entusiasmo, hastío. En la Mesa Redonda los mismos voceros que hace una semana hablaban de “imperio”, para referirse a Estados Unidos, hoy, con una ecuanimidad solemnehablan de.. “vecino”. Y después de todo tienen razón. Porque Estados Unidos ha empezado desde ya a ser nuestro vecino.
Algo que, de haber admitido hace tan relativamente poco tiempo como anoche, podía acarrearnos el incómodo cartel de antipatriotas. Esa frase tan recurrente en los manuales históricos, que dice: “tal país se acostó capitalista y despertó comunista”, o “tal comarca se acostó feudal y despertó burguesa”, en este caso cobra una pasmosa literalidad. Después de una larga, inmensa posposición de cinco décadas, Cuba ha despertado de nuevo con su gran interrogante ontológica rondándole la cabeza. ¿Cómo vamos a lidiar con Estados Unidos? ¿Y qué va a pasar en esa lidia? ¿Vamos a ser un mejor o un peor país?
Yo creo que esta pregunta trae consigo la idea predominante de la última temporada histórica. Y es la que nos dice –o nos dijo– que la nación –su quehacer– podía llevarse a cabo sin Estados Unidos.
. Después de todo, la larga amistad con la Unión Soviética no buscaba más que demostrar esa hipótesis. En alguna medida, la urgencia de que una Latinoamérica unida y poderosa acabe de fraguar, una Latinoamérica a la que martianamente podamos volcarnos, esconde también ese deseo. Y los cubanos, a pesar de que en los últimos veinticinco años hemos exigido hasta el hartazgo el cese del bloqueo económico, nos adaptamos a prescindir de Washington, a afrontar al vecino como si el vecino fuera, estrictamente, el maligno,... y no pensamos seriamente que un día el deshiele se fuera a producir. Exigimos el cese del embargo, pero como una consigna, como un eslogan aprendido, y nadie nos preparó para lo que podía ocurrir si tal exigencia se cumplía o estaba en vías concretas de cumplirse. ...Washington como un agujero negro: algo poderoso, algo que nos succiona, y algo que no vemos, algo que no queremos ver y que, para no ver, estereotipamos.
ese día llegó..
¿Resultado? Tendremos que seguir gestionando nuestra independencia, pero ahora con los estadounidenses en el tablero (lo cual, además de ineludible, vuelve la empresa más compleja e interesante y conlleva a la única cuestión que verdaderamente nos puede medir como pueblo y es si, a pesar de todo, estamos preparados para ello). Lo paradójico, sin embargo, para que tal independencia no sea tragada, es que la soberanía tendría que dejar de ser el fin. La Revolución nos ha dicho –hasta un punto donde resulta inverosímil, porque tanto despropósito e impericia no puede ser justificado– que nuestra sostenida falta de prosperidad y bienestar es el precio a pagar por una independencia política que por nada del mundo deberíamos perder. La independencia per se. Y este emblema sagrado ha sido llevado a tal extremo, que decir hoy que la independencia per se no conduce a ningún lugar es rápidamente entendido como una actitud cuasi anexionista. Tales polarizaciones, ese tipo de simplicidades, son las que, al parecer, comienzan a desmontarse.
Me viene otra imagen. Vivíamos en modo off y hoy se activaron los controles, y los tenemos en nuestras manos.
Salgo a la calle. ...estoy en Barcelona caballero ..lo que hay es un frío del carajo pa arriba y la ciudad llena de adornitos navideños que aunque la navidad cada día me importe menos llevo pasándola 11 años en la sociedad de consumo donde hay de todo........lo dejamos ahí....No hay desatadas expresiones de júbilo.les importa tres pepinos
Cuba está feliz, no cabe duda. Cuba, también es cierto, tiene ganas de ser muy feliz, no aguanta un sacrificio más. ¿Y cómo testimoniarlo, si no hay desatadas expresiones de júbilo? ¿En qué me baso? Estoy yo, y está mi madre y mis íntimos, y están las anécdotas que llegan de la calle. La gente que le agradece a San Lázaro, porque hoy es su día, y por el milagro. La gente que dice que se encontró con no sé quién, un sujeto cualquiera, y no sé quién estaba llorando.
Todo pasa con cierto recato. Es como si la euforia de Cuba ocurriera de puertas para adentro o como si la euforia misma nos anestesiara. No estoy seguro de que un extranjero que acabe de desembarcar pueda percatarse de lo que nos sucede. Balbuceamos. Repetimos naderías. Nuestro éxtasis es raro y algo alocado, como un opio general que la isla hubiera ingerido, como una droga colectiva fumada por todos. En cierto sentido, es justo. Llevamos tantos años desfilando por cualquier minucia, celebrando con pancartas y lemas cuantos aniversarios sean posibles, que hoy merecemos festejar a la inversa, porque en Cuba se han trocado los papeles y el silencio y la contención son nuestro grito.
Hoy, además, fueron canjeados los héroes cubanos por un subcontratista estadounidense y por otro agente de Washington de origen cubano. Y los tres agentes –elevados a categoría de héroes juntos con los otros dos que ya estaban en el país– ocupan los titulares. El reencuentro de cada uno de ellos con sus familias. El encuentro de los tres con Raúl Castro. La llegada a sus respectivos barrios. Los vecinos que los abrazan y los aúpan. La presencia de “Los Cinco” en nuestras vidas, durante los últimos trece años años, ha sido absoluta. Los mencionan en la radio. Aparecen cada media hora en la televisión, bajo los más variopintos anuncios. Danny Glover comenta el caso. Silvio Rodríguez los recuerda en sus conciertos. Manos naif mal pintan sus rostros casi desnutridos, como si fueran criaturas de Fidelio Ponce, en las paredes de la ciudad, en los murales de las escuelas, en los portales de los centros de trabajo. Políticos de primer orden adornan sus discursos con el tema. Los deportistas que obtienen medallas les ofrecen su oro, su plata o su bronce. Todo, absolutamente todo, está dedicado a “Los Cinco”.
Yo también quería que regresaran.
Eran víctimas de una guerra fría y no merecían sus excesivas condenas Lo que me interesa ahora es lo siguiente: aun cuando nosotros hayamos celebrado cosas por muchísimo más tiempo, parece inverosímil que nos pasemos otros dieciséis años celebrando la llegada de los CINCO de ahí que una de las consecuencias directas del regreso es que una viga importante del discurso mediático del país se vendría abajo. Están hoy, desplegadas, todas las banderas que imaginábamos. Reporteros y fotógrafos que se arrancan las vestiduras y que sienten correr por sus venas el manantial cristalino de la Patria e incluso, si los dejan, hasta el espíritu galopante de algún mambí bravío. Periodistas preocupados, más que todo, por dejar clara su militancia, compitiendo entre sí por ver quién se pone más contento. Miro el noticiero y lo que pienso es que justo la voz chillona y grandilocuente de la periodista cuyo objetivo sea emocionarme con las imágenes del reencuentro entre los agentes y sus madres, esposas e hijos.
Hoy, sin embargo, no me molesta. Quizás porque sé que el momento supera cualquiera de nuestras miserias personales o porque necesito creer que a ese discurso le resta poco tiempo. Después del regreso de sus héroes, a Cuba no le queda otra que mirarse en su propio espejo, de una bendita vez. ¿Qué tono usar, si el acento de gesta languidece? El acento, por otra parte, en que nos hemos educado, el tono que nos vio nacer. Un tono inservible y que, por más que queramos deshacernos de él, nos despierta el afecto de un amigo viejo, nos trae nostalgia. ¿Qué nos vamos a decir ahora? Respuesta: silencio. Nuevamente silencio. Estamos descubriendo casi con pavor, como una criatura que recién abre los ojos, que la buena nueva nos usurpa la voz, porque todo nuestro vocabulario estaba supeditado a la confrontación, al imaginario bélico. a que estabámos dispuestos a comernos a los yankis con papas.manicayto!!! mabuya mabuYaaaa
Estamos celebrando los cubanos algo que podría venir, una posibilidad, pero también padecemos, hoy,la parte vieja de la tribu que entierra su macana
El discurso de Obama es emotivo. El de Raúl Castro aparenta frialdad ¿Cómo decirlo sin que te miren con malos ojos? No hay manera. Que te miren con malos ojos es un rezago del manicato !!!!mabuya !!!!mabuya!!!! que acabamos de enterrar A partir de ahí, todo no ha sido más que golpes inconexos, y que yo espero tengan finalmente alguna relación. La confirmación de que para mi madre la Patria no es lo mismo que para mí. El intento doloroso de mi madre porque Cuba nos signifique lo mismo. Su resignación ante la evidencia. La certeza de que algunas de las cosas que para mi madre son cuestiones sagradas para otros son bulos, y de que, por más bulos que sean, no tengo ningún derecho a derrumbarle las bases o los sueños sobre los que se construyó su educación sentimental, las ideas en las que vertió esfuerzo, los proyectos en los que se le fue la vida. Pienso en lo feliz y plena que fue mi infancia dentro de una familia integradísima revolucionariamente. Pienso en lo que se va a quedar en el camino. Pienso en el tiempo que derrochamos. Pienso en esa bruma que no se ve y que se avecina. Del modo en que casi nunca logra uno figurarse las cosas abstractas, pienso en Cuba. Pero no sé, obviamente, qué es Cuba. Quería usar, en algún sitio, la palabra cubano, pero dicha con fraternidad, como comunión. No me sale. Yo también soy el resultado de algo. Pienso en el americano de Missouri de Alabama y de Minessotta al que esta situación le importa un pito...
Y como era de esperarse...los viejitos del Versalles en Miami les dió la perreta los de la vigilia mambisa están a punto de perder la voz ..,
saben porqué?
Porque se le va a caer la gallina de los huevos de oro
porque lo único que han hecho es hacerse millonarios y algunos crearse un modus vivendi con toda esta situación.
que ya ha durado demasiado.
se les cayó el palo mayor del circo...y están que trinan!!! pongamos los sentimientos en los cubanos de las dos orillas y los dos naciones .
están ejerciendo el derecho a la perreta ....
entiéndanlos se les jodió la buena vida a costa del contribuyente norteamericano
se acabó el pan de piquito
un día se recordará en el 14 día de San Lázaro del siglo XXI
...volvimos a ser amiguitos de los yumas
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